Autor:César Hildebrandt
Por asesino y ladrón.
Por jefe de banda.
Por ser el padre putativo de Martha Chávez y el hermano de sangre de VladimiroMontesinos.
Por el sótano del SIE y las cumbres de su comando conjunto de hijos de puta.
Por traidor y renunciante vía fax.
Por haber postulado al senado japonés para salvarse.
Por creer que los favores hechos a Chile durante su gobierno lo iban a blindar en el Santiago querido donde mandaba, felizmente, la decente señora Bachelet.
Por Kerosene y sus fuegos.
Por Martín Rivas y sus tiros en la nuca.
Por Pichilingüe y sus varios derrames.
Por Hermoza Ríos, ladrón inolvidable.
Por Martha Hildebrandt, la madame ilustrada.
Por las fauces de Souza y la cloaca laríngea de Raffo.
Por los miles de desaparecidos.
Por los hombres y mujeres y el niño de 8 años de Barrios Altos, que iban muriendo sin saber qué pasaba y que se preguntaban por qué salía tanto fuego sin ruido aquella noche.
Por los estudiantes y el profesor de La Cantuta , escogidos por Colina y calumniados después de muertos por Martha Chávez, cadáver de sí misma.
Por Nicolás Lúcar, el más inteligente de sus becerros y la más ladina de sus ratas.
Por la voladura de la filial de Canal 13 en Juliaca, un modo más (e inútil) de amedrentarme.
Por el trato que le mandó a hacer a Montesinos para que Genaro me cortara la cabeza a cambio de prebendas en el poder judicial.
Por el intento de asesinato de Gustavo Gorriti.
Por el cerco económico sufrido por “Caretas”.
Por el apoyo incondicional que recibió, de 1990 a 1996, del señor Baruch Ivcher, el hombre que la sigue pasando tan bien en Boca Ratón (cada que puede).
Por los años de pus hablada y chancro militante.
Por la cara de Espichán, la lengua de Marcenaro, la nariz insaciable de Trelles, el naufragio de Manuel D’Ornellas, la sonrisita de Mónica Delta, la avidez fronteriza de Beto Kouri, la asesoría de Alex Kouri, los consejos sibilinos de Valle Riestra, la codicia de los Crousillat, la cantaleta de Martínez Morosini, la comprensión de “El Comercio” en el tardío año 2000, la bragueta de Cáceres Velázquez, la vendimia de Farah, la malagua hervida de Santiago Fujimori, el rapaz de Boloña, las sobaditas de Rosario Enciso, el tabique colapsado de Daniel Borobio, los vahídos rentables de Julio Vera, los discursos con erres arrastradas de Inmundicia Viviente (Henry), la cola peluda de Moisés Wolfenson, los tractores que sonaban a sonaja de Joy Way, los ayes sorprendidos de Dionisio Romero, el ayayay eterno de Laura Bozzo, los Mig y el armamento bielorruso con los que Montesinos ganó 48 millones de dólares encontrados en una cuenta suiza, las felicitaciones presidenciales al Grupo Colina, su posterior ascenso y su ulterior aministía salvadora, la sociedad de Oscar Duffour y Jaime Carbajal (hoy socio de Garrido Lecca), las infinitas caras de Alberto Pandolfi, los millones de Malca en México y los de Saucedo aquisito nomás y los de Venero en todas partes, la lencería de Jacquie Beltrán, las confesiones de la Pinchi Pinchi , las hostias nazis de Cipriani, el vuelo bajísimo de Elesván Bello, la casa de campo de Villanueva Ruesta, el yate de Lizier, las legañas de Olaya, el baile de Macera, las bravatas de Saravá (el Pepe Mejilla del fujimorismo), las mil y una noches del saqueo, la quinta del buitre y el encéfalo derretido de Gilberto Siura, el Demóstenes del lumpen fujimorista.
Por el Plan Bermuda, que terminaría conmigo en un barranco y con familia y todo.
Por el cuerpo descuartizado de Mariella Barreto, agente de Inteligencia que le entregó a “ La República ” el Plan Bermuda y me salvó la vida.
Por todo esto, que empezó con el estudiante Castillo Páez en 1990, y por mil cosas que el papel no puede registrar y la historia sí contará para ver si no se repite, por todo esto Fujimori será condenado y encarcelado.
Pero no habrá condena ni cárcel que le borre al país la mancha de su nombre.
Ni habrá vergüenza en dosis suficiente para olvidar a la hija del general –una tal Keiko- que hoy se atreve, como nueva jefa de banda que es, a amenazarnos con sacar a sus vándalos “si alguien se atreve a tocar” a su impresentable padre.
Ni habrá cinismo tan ancho en el que quepa lo que Fujimori le dijo hoy a la CNN : que siempre estuvo en sus planes regresar al Perú y que esta era una gran ocasión “para reencontrarse con el pueblo”.
Ya deben haber comenzado ciertas presiones para suavizar al tribunal que juzgará a Fujimori. Deberemos estar atentos a cada maniobra que intente que sean los Robinson González y no las Inés Villa Bonilla quienes tengan a su cargo el proceso.
Fujimori siempre quiso pertenecer a la historia. Hoy, gracias a su prontuario internacionalmente aceptado, pertenece a la historia de la sordidez de América Latina: es el primer ex presidente de la República del Perú en ser extraditado. Es la primera vez que Chile extradita a alguien. Será la primera vez que un ex presidente de la República del Perú será juzgado por haber indicios clamorosos que lo vinculan al asesinato colectivo de civiles inermes y a consistentes casos de corrupción. Y es la segunda vez, a nivel internacional, que un ex presidente es llevado preso a su país tras un juicio de extradición
–el primer caso (y único precedente) es el del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, extraditado por los Estados Unidos a pedido del gobierno democrático de Rómulo Betancourt -.
El hombre que dijo que se iba a Brunei (llevándose la plata y las maletas que angustiosamente había reunido en las horas previas), el que apareció para sorpresa de todos en su casi natal Tokio, el que renunció desde allí y por fax, el que apareció en Chile y fue detenido, el que quiso el blindaje de una senaduría japonesa e hizo el ridículo, el que hizo una fiesta en su bella casa santiaguina –fiesta pagada con una parte infinitesimal de lo que robó en oro y efectivo, celebración con ocasión del fallo del momio Álvarez-, el que dice ahora que todo estaba calculado cuando su aturdimiento senil ha quedado al descubierto, el cuatrero binacional, en fin, que pudrió al Perú como nunca nadie lo había hecho, pertenece, en efecto, a la historia. A la historia del Interpol.
Sería mezquino no reconocer el decoro demostrado por la justicia chilena. Ella le ha dado una lección a los Rodríguez Medrano que todavía salpican por aquí. Ella ha demostrado que –no importa cuánto nos pueda doler- a la hora de las citas con la historia Chile es un país serio.
Por asesino y ladrón.
Por jefe de banda.
Por ser el padre putativo de Martha Chávez y el hermano de sangre de VladimiroMontesinos.
Por el sótano del SIE y las cumbres de su comando conjunto de hijos de puta.
Por traidor y renunciante vía fax.
Por haber postulado al senado japonés para salvarse.
Por creer que los favores hechos a Chile durante su gobierno lo iban a blindar en el Santiago querido donde mandaba, felizmente, la decente señora Bachelet.
Por Kerosene y sus fuegos.
Por Martín Rivas y sus tiros en la nuca.
Por Pichilingüe y sus varios derrames.
Por Hermoza Ríos, ladrón inolvidable.
Por Martha Hildebrandt, la madame ilustrada.
Por las fauces de Souza y la cloaca laríngea de Raffo.
Por los miles de desaparecidos.
Por los hombres y mujeres y el niño de 8 años de Barrios Altos, que iban muriendo sin saber qué pasaba y que se preguntaban por qué salía tanto fuego sin ruido aquella noche.
Por los estudiantes y el profesor de La Cantuta , escogidos por Colina y calumniados después de muertos por Martha Chávez, cadáver de sí misma.
Por Nicolás Lúcar, el más inteligente de sus becerros y la más ladina de sus ratas.
Por la voladura de la filial de Canal 13 en Juliaca, un modo más (e inútil) de amedrentarme.
Por el trato que le mandó a hacer a Montesinos para que Genaro me cortara la cabeza a cambio de prebendas en el poder judicial.
Por el intento de asesinato de Gustavo Gorriti.
Por el cerco económico sufrido por “Caretas”.
Por el apoyo incondicional que recibió, de 1990 a 1996, del señor Baruch Ivcher, el hombre que la sigue pasando tan bien en Boca Ratón (cada que puede).
Por los años de pus hablada y chancro militante.
Por la cara de Espichán, la lengua de Marcenaro, la nariz insaciable de Trelles, el naufragio de Manuel D’Ornellas, la sonrisita de Mónica Delta, la avidez fronteriza de Beto Kouri, la asesoría de Alex Kouri, los consejos sibilinos de Valle Riestra, la codicia de los Crousillat, la cantaleta de Martínez Morosini, la comprensión de “El Comercio” en el tardío año 2000, la bragueta de Cáceres Velázquez, la vendimia de Farah, la malagua hervida de Santiago Fujimori, el rapaz de Boloña, las sobaditas de Rosario Enciso, el tabique colapsado de Daniel Borobio, los vahídos rentables de Julio Vera, los discursos con erres arrastradas de Inmundicia Viviente (Henry), la cola peluda de Moisés Wolfenson, los tractores que sonaban a sonaja de Joy Way, los ayes sorprendidos de Dionisio Romero, el ayayay eterno de Laura Bozzo, los Mig y el armamento bielorruso con los que Montesinos ganó 48 millones de dólares encontrados en una cuenta suiza, las felicitaciones presidenciales al Grupo Colina, su posterior ascenso y su ulterior aministía salvadora, la sociedad de Oscar Duffour y Jaime Carbajal (hoy socio de Garrido Lecca), las infinitas caras de Alberto Pandolfi, los millones de Malca en México y los de Saucedo aquisito nomás y los de Venero en todas partes, la lencería de Jacquie Beltrán, las confesiones de la Pinchi Pinchi , las hostias nazis de Cipriani, el vuelo bajísimo de Elesván Bello, la casa de campo de Villanueva Ruesta, el yate de Lizier, las legañas de Olaya, el baile de Macera, las bravatas de Saravá (el Pepe Mejilla del fujimorismo), las mil y una noches del saqueo, la quinta del buitre y el encéfalo derretido de Gilberto Siura, el Demóstenes del lumpen fujimorista.
Por el Plan Bermuda, que terminaría conmigo en un barranco y con familia y todo.
Por el cuerpo descuartizado de Mariella Barreto, agente de Inteligencia que le entregó a “ La República ” el Plan Bermuda y me salvó la vida.
Por todo esto, que empezó con el estudiante Castillo Páez en 1990, y por mil cosas que el papel no puede registrar y la historia sí contará para ver si no se repite, por todo esto Fujimori será condenado y encarcelado.
Pero no habrá condena ni cárcel que le borre al país la mancha de su nombre.
Ni habrá vergüenza en dosis suficiente para olvidar a la hija del general –una tal Keiko- que hoy se atreve, como nueva jefa de banda que es, a amenazarnos con sacar a sus vándalos “si alguien se atreve a tocar” a su impresentable padre.
Ni habrá cinismo tan ancho en el que quepa lo que Fujimori le dijo hoy a la CNN : que siempre estuvo en sus planes regresar al Perú y que esta era una gran ocasión “para reencontrarse con el pueblo”.
Ya deben haber comenzado ciertas presiones para suavizar al tribunal que juzgará a Fujimori. Deberemos estar atentos a cada maniobra que intente que sean los Robinson González y no las Inés Villa Bonilla quienes tengan a su cargo el proceso.
Fujimori siempre quiso pertenecer a la historia. Hoy, gracias a su prontuario internacionalmente aceptado, pertenece a la historia de la sordidez de América Latina: es el primer ex presidente de la República del Perú en ser extraditado. Es la primera vez que Chile extradita a alguien. Será la primera vez que un ex presidente de la República del Perú será juzgado por haber indicios clamorosos que lo vinculan al asesinato colectivo de civiles inermes y a consistentes casos de corrupción. Y es la segunda vez, a nivel internacional, que un ex presidente es llevado preso a su país tras un juicio de extradición
–el primer caso (y único precedente) es el del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, extraditado por los Estados Unidos a pedido del gobierno democrático de Rómulo Betancourt -.
El hombre que dijo que se iba a Brunei (llevándose la plata y las maletas que angustiosamente había reunido en las horas previas), el que apareció para sorpresa de todos en su casi natal Tokio, el que renunció desde allí y por fax, el que apareció en Chile y fue detenido, el que quiso el blindaje de una senaduría japonesa e hizo el ridículo, el que hizo una fiesta en su bella casa santiaguina –fiesta pagada con una parte infinitesimal de lo que robó en oro y efectivo, celebración con ocasión del fallo del momio Álvarez-, el que dice ahora que todo estaba calculado cuando su aturdimiento senil ha quedado al descubierto, el cuatrero binacional, en fin, que pudrió al Perú como nunca nadie lo había hecho, pertenece, en efecto, a la historia. A la historia del Interpol.
Sería mezquino no reconocer el decoro demostrado por la justicia chilena. Ella le ha dado una lección a los Rodríguez Medrano que todavía salpican por aquí. Ella ha demostrado que –no importa cuánto nos pueda doler- a la hora de las citas con la historia Chile es un país serio.
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